domingo, 14 de noviembre de 2010

Violencia y seguridad ciudadana en Puerto Nuevo: la experiencia del miedo (1)

M.C.A.

La zona de Puerto Nuevo está ubicada en el distrito del Callao, y es conocida por ser un lugar donde la peligrosidad es la característica más resaltante. No sólo posee la imagen de ser una zona de alto riesgo, sino, además, debido a la complejidad de los problemas que afronta la convierten en un blanco inevitable para los distintos proyectos de instituciones interesadas en modificar conductas sociales.

Mi llegada a la zona de Puerto Nuevo se debió a mi participación en un proyecto desarrollado por la institución CEDRO, cuyo objetivo fue reinsertar a una institución educativa a niños y adolescentes de entre 11 a 17 años de edad que realicen algún tipo de trabajo que les impida acudir a la escuela. Así, conviviría 10 meses con las personas que habitan la zona, conociendo otras formas de entender la realidad y la vida.
Lo que me interesa mostrar brevemente es mi llegada a la zona de Puerto Nuevo. Además, describir las nociones que posibilitan la construcción de un imaginario en torno a un espacio desconocido. Uno de los aspectos que permiten generar distancias entre entes que no se conocen (que podrían conocerse mutuamente) es el miedo. El miedo a algo impide (muchas veces radicalmente) la fluidez del desenvolvimiento de una persona en un determinado lugar o situación. Pero sobre todo, impide que se conozca claramente  aquello que se teme. De esta manera, el miedo es un limitante para el entendimiento de formas y lógicas diversas, para la convivencia entre personas que muchas veces son guiadas por nociones previas sobre aquello que aún no se conoce. A diferencia de la incertidumbre (común en cualquier persona que está próxima a una nueva experiencia), el miedo elabora una imagen cuidadosamente detallada de lo que no se conoce. El miedo permite que se represente al otro en una dimensión no real, distinta de sus propias características y potencialmente amenazante. Lo que se configura aquí es un conocimiento del otro basado en nociones previas extraídas de distintos medios: radio, televisión, periódicos, etc. Estos medios de comunicación audiovisuales generan en la persona un sentimiento de temor, inseguridad, amenaza, y sobre todo ponen en funcionamiento un proceso de distinción con un otro que no se conoce realmente.[1] Otro medio fundamental generador de diversas nociones sobre el otro es el rumor. El rumor, debido a su carácter oral, se desplaza de manera fluida y trasformada en diversos espacios de interacción social: el mercado, la calle, los parques, etc. En este sentido, el rumor sobre “algo” lejano y desconocido pero que es peligroso y amenazante [2]repotencializa el miedo sobre la comunidad. De esta manera, el rumor, junto con los medios audiovisuales posibilitan la experiencia del miedo

Antes de llegar a Puerto Nuevo, lo que elaboré como noción previa fue el miedo al lugar. Hubo también cierta incertidumbre, común ante la nueva experiencia. Sin embargo, las advertencias sobre la peligrosidad de la zona (los discursos referidos a como son ellos por parte de otros miembros que participaron en el proyecto, además de lo leído y escuchado por los medios de comunicación) me generaron una imagen casi detallada de lo que aún no conocía. Es innegable que en Puerto Nuevo existe un alto índice de peligrosidad, violencia e inseguridad; pero lo que quiero hacer notar es la narrativa que se construye detrás de ello: la imagen que se reconstruye en torno al lugar, teniendo como aspecto primordial el miedo a lo que no se conoce. Si bien existe inseguridad en Puerto Nuevo, lo que sabemos sobre la zona es solo lo referente a este aspecto. En otras palabras, Puerto Nuevo es, simplemente, peligrosa. Evidentemente no sólo es el miedo el factor principal que permite la construcción de una imagen previa sobre el lugar, pero sí es un gran limitante para conocer y entender la lógica y dinamismo que se establece en dicha zona. De esta manera, la peligrosidad en Puerto Nuevo es real, no se puede obviar o negar. Sin embargo, también es peligrosa la imagen que se perpetúa sobre las personas cuando se hace referencia al lugar, ya que lo que guía al conocimiento de aquella es justamente su desconocimiento, copada por el miedo y la sensación de lejanía (también de cercanía debido a la sensación de amenaza). Es importante que se diluyan diversas nociones fundamentadas por el miedo sobre la zona de Puerto Nuevo, y probablemente la peligrosidad real que se vive en el lugar pueda modificarse. Romper el miedo a lo desconocido es un factor necesario para aperturar nuevos caminos que permitan nuevas soluciones a problemas complejos como la inseguridad ciudadana.


[1] Si bien los medios audiovisuales permitieron a partir de la segunda mitad del siglo XX la emergencia en la escena peruana de nuevos actores sociales, con sus efectos positivos en la transformación de roles y representaciones sociales, también generaron (y generan) imaginarios no reales sobre el otro que limitan la experiencia del conocer.
[2] Es este sentimiento de lejanía y cercanía a la vez lo que se encuentra en el centro del rumor. Existe en la persona un sentimiento ambiguo sobre aquello que es temido, siempre sin ser realmente conocido.

sábado, 13 de noviembre de 2010

RECICLANDO PRETENSIONES. El origen del arte Pop Peruano hasta finales de los 90's

Pablo Reyes Bravo

ψ           
Antes de relatar brevemente cómo se desarrolló el arte pop por estos lares, quisiera definir cuestiones básicas, especialmente para aquellas personas que desconocen del tema ya que este artículo está pensado con un fin informativo más que de investigación.
                Primero, lo “pop” resulta ser una gran mole que abarca un ventalle de formas de expresión. Entre ellas, por ejemplo, podemos encontrar vínculos con lo musical y lo plástico. Lo pop se caracteriza por ser de dominio masivo y comercial. Está vinculado con la cultura popular aunque mantiene ciertos dilemas que explicaré en los párrafos siguientes con más detalle. El arte pop, nacido en el Reino Unido a inicios de la segunda mitad del siglo XX, se presenta como un retrato distinto de las artes, mayormente, plásticas. Replantea las ideas predominantes del arte de post-guerras (como el expresionismo abstracto) y se expone tácitamente como generador de una estética distinta, ligada a lo popular, en contraposición a una asumida por las élites ‘culturales’ de aquel entonces. Los artistas inmiscuidos en el arte pop hacen gala de la ironía y la sublimación de lo mundano, disfrutando del escenario citadino y sus vasos comunicantes. Un ejemplo de arte pop es el conocido cuadro Campbell’s Soup Cans (1962) de Andy Warhol.  Este lienzo representa las 32  variedades de sopas que la empresa producía masivamente para los sectores de mayor consumo. Usar elementos, o personas (como Michael Jackson o Marilyn Monroe), tan cotidianos, citadinos y accesibles para cualquier persona, esto gracias a su comercialización intensiva, son objetos recurrentes en este arte.
La búsqueda de un cambio estético en las artes plásticas durante el periodo pop fue pretensiosa, usando componentes que anteriormente se consideraban grotescos y poco agradables para producir sensaciones. Los comics, mencionando un ejemplo, fueron tomados como modelos para lienzos pop ya que gozaban de popularidad y una amplia comercialización. Por este camino, el arte pop lleva a los sectores consumistas una crítica del sistema enajenante que los mass media promueven, sarcásticamente, dicha crítica es transmitida por intermedio de los mismos mass media.  
A mediados de 1960, el pop art pasa a tomar importancia en EE.UU. en donde una nueva generación de artistas expande los horizontes de la ironía artística: Jasper Johns, Robert Rauschenberg, Andy Warhol, Roy Lichtenstein[1], entre otros.  Es, quizás, el país donde más artistas de este género tuvieron la oportunidad de crear un arte conceptual basado en la cotidianeidad.

ψ ψ
En el caso peruano, el arte pop se involucra con nuestra realidad cuando nos encontrábamos en un momento sumamente bivalente entre las diversas tendencias en pintura, arquitectura y escultura provenientes de Europa y EE.UU. Cabe recordar que la escena artística en el país usualmente estuvo (¿está aún?) expuesta a las influencias de una elite asociada con la estética europea, por ello, las preferencias populistas o marginales eran poco apreciadas y despojadas de posibles espacios en la escena cultural nacional.


No obstante, los artistas pop fueron ganando terreno con la elaboración de novedosas obras. El empleo de sobres, estampas y materiales totalmente accesibles en cualquier medio, sumado con la concepción de una nueva estética, logró interesar a hábiles artistas que veían en el pop art una manera de crítica artística y social. Es así que durante el gobierno de Velasco la propaganda usada por el gobierno militar se alineó con el arte pop creyendo que, de esta manera, tendría un acercamiento más sensible al pueblo. Esto fue todo un ‘caso’. Si bien el arte pop nace de la sublimación de lo mundano, esto necesariamente no debía ser traducido como un acercamiento reciproco entre el arte y la masa. Sin duda, es a partir de este periodo donde la asociación arte pop y cultura popular va amalgamándose y perdiendo la nitidez de su diferenciación. Ahora, he señalado que existen diferencias entre el arte pop y la cultura popular pero aun no he dicho cuales podrían ser, a continuación mencionaré algunas:
1. La cultura popular es un amplio espectro de producciones pertenecientes a un determinado grupo de la sociedad caracterizado por uso extendido. Abarca expresiones como la literatura, la música, el dibujo libre, las fiestas de tradición o recreación y, desde hace más de dos décadas, temas como los videojuegos. Lo que sea producido por la cultura popular no necesariamente tiene un carácter artístico, puesto que algunos carecen de una intencionalidad (más allá de la comercial) y patrones estéticos que convierten al objeto en una obra de arte. Resumiendo, el arte no puede ser producto de una masificación pero sí tiene la capacidad de masificar; 2. El arte pop es, sobre todo, un movimiento artístico que toma la visión de la cultura popular para generar nuevos conceptos sin que forzosamente se amalgame a esta. O sea, la representatividad (si la tuviera) de una obra pop no necesariamente se encuentra siempre sintonizada con el lenguaje de las masas aunque utilice sus elementos para constituirse (como la obra Tennyson de Jasper Johns -1958-). Por otro lado, el arte pop usa a los medios de comunicación masivos como forma irónica de bombardear una visión mediática de las cosas y no como simple comercialización.
Como decía, es importante recordar que no todo lo que sea producido por una cultura será esencialmente campo del arte. El mercado y el consumo también son áreas que comparten territorio con el arte dentro de la producción cultural.

Retomando el caso de Velasco y el uso del arte pop, emplearé el caso de la propaganda gubernamental para la aproximación a sectores populares por medio del arte, en este caso, pop. En 1972 se crea el SINAMOS, institución encargada de organizar a la población y sus movilizaciones. Mientras duró el gobierno de Velasco, el SINAMOS sirvió como conector entre las masas populares y el gobierno militar. Para ello, además de su aparato burocrático, utilizó asociaciones visibles con lo popular. No es raro encontrar en los afiches de difusión del SINAMOS, comprendiendo el contexto artístico, un contenido con las características estéticas pop. Aunque no sabría precisar si las obras fueron hechas a pedido o por concurso, estas obras fueron realizadas por artistas que iban ganando espacio en la difusión de su arte. No obstante, gracias al ‘uso’ de lo artístico para representar situaciones marginales y caracterizar a una masa popular y, por generalización, su cultura, la relación entre arte pop y cultura popular irá más allá de los conceptos y se asociará con todo aquello que surja de lo popular, lo marginal y lo artesanal.
Para el segundo gobierno de Belaunde y el primero de García, el arte pop fue ralentizándose. Tomo una puesta ‘subte’ y se escabulló entre lo marginal y el olvido… Aunque por estos lares suele ser lo mismo. No será hasta el gobierno de Fujimori donde algunos artistas sacarán a la luz sus obras. Jorge Miyagui y Jaime Domenack entre los más representativos.
Entender la difusión del arte pop en el país es una tarea compleja ya que no quedan muchos lugares para ubicar fuentes y de los presuntos implicados no hay rastros. Es importante hacer serias diferencias para entender que las infinitas expresiones que dentro de la cultura popular se generan, entendiendo que no todo es arte popular. Quizás, más adelante pueda brindarles mayores alcances de lo que fue la escena pop en el país.



[1] Pintó Hopeless (1963), 2da imagen en muestra.

La televisión y sus consecuencias en una comunidad campesina


Policarpo Ccanre Salazar

La migración en el Perú (campo-ciudad) fue uno de los fenómenos históricos, más importantes en el siglo XX e  incluso del XXI. Las causas que motivaron la migración de provincianos a Lima o a cualquier otra ciudad, fueron múltiples, las mismas que han sido estudiadas tanto por antropólogos, sociólogos, como por otros científicos sociales.
A consecuencia de este fenómeno Lima pasa de una   ciudad de “señores” a otra de provincianos, con lo cual  se quiebran las normas convencionales existentes en la sociedad  limeña de la época, empezando  con una serie de trasformaciones y asimilaciones de nuevos patrones culturales por parte de los migrantes.
Con respecto a las causas de estas migraciones, se debe considerar,  que no  sólo los factores económicos, sociales o educativos, que siempre se señalan,  fueron los que motivaron este proceso, sino  existen otros factores que contribuyeron  también, aunque en menor medida  al desplazamiento de individuos, sobre todo entre los jóvenes de las comunidades campesinas. Nos referimos a la televisión.
En este sentido, podríamos preguntarnos, ¿cuál  fue la consecuencia de la llegada de la televisión por primera vez a una comunidad campesina?, ¿cómo reaccionaron los campesinos frente a lo que ellos consideraron la modernidad? y ¿en qué sector de esta población fue en la que tuvo más  impacto y dinamicidad?
Estas interrogantes nos parecen validas; no obstante, en parte ya fueron  contestadas  en numerosos estudios que se han realizado al respecto.
Sin embargo, esto no quiere decir que ya todo está dicho. Al contrario, se debe indagar también cuáles  son esos factores que contribuyeron en menor media   a  la causa de este fenómeno, muy  propio del siglo XX. De ahí que el eje argumental de este artículo se refiere a la televisión como generadora de desplazamientos dentro de un contexto totalmente nuevo, a finales del siglo XX.

La televisión al ser implantada en una comunidad campesina, no sólo trajo consigo la euforia y la alegría, propias del sentimiento de desarrollo en la comunidad (pues su funcionamiento también implicaba la existencia de energía eléctrica  y sus consecuentes beneficios), sino que además implicó un cambio de conducta en la forma de vida cotidiana y la apropiación en su imaginario de una “nueva realidad”, la que mostraría este medio. Realidad que entra en violento contraste con las tradiciones originales de la comunidad, ya que permite el encuentro entre  el mundo urbano y el mundo rural. De ahí que la televisión fuera uno de los primeros elementos  “modernos”, que lleva lo urbano a través de las  imágenes. Los mismos de los  que fueron apropiándose  poco a poco  los hijos de los campesinos,  asimilándose en esta nueva generación la cultura hegemónica  que va subordinando las tradiciones de la comunidad, practicadas antes de lo ocurrido.
Para dar mayor peso a nuestra reflexión demostremos con un caso concreto: Entre los años de 1992 y 1994 llega por primera vez la televisión, con un solo canal, en el horario de 5pm a 11pm, a la comunidad campesina de Lambrama, en el departamento  de Apurímac, una comunidad ubicada a 3 111 s.n.m, y cuyo sustento económico es la agricultura y  la ganadería extensiva.

Antes de los años indicados,  en la población aún existían gran variedad de fiestas costumbristas, donde participaban la comunidad entera. Además, la población  joven y adulta  en cuestiones demográficos, aún se encontraban en relativo  equilibrio.
Sin embargo, cuando llega la televisión a esta comunidad, los hijos de los campesinos empezaron sufrir  una serie de cambios,  sobre todo en sus conductas: les avergonzaba  hablar en su propia lengua (Quechua), la vestimenta original fue cambiando de manera paulatina y de acuerdo a los patrones que la televisión mostraba, las fiestas oriundas fueron desapareciendo sin explicación alguna; todo esto, en su mayor parte,  porque algunas  de las mencionadas   celebraciones  , fueron reinventándose  de acuerdo a la nueva realidad. Pero  lo más interesante de este fenómeno es que la población joven había disminuido en los años posteriores a la llegada de este medio, ya que la mayoría había migrado a la capital del departamento (Abancay), hacia Cusco o a la ciudad de Lima, quedándose la comunidad, incluso hasta la actualidad, sólo con una población mayoritariamente adulta.
Si antes de ocurrido esto, la comunidad no había experimentado dichos cambios, ¿qué genero entonces este quiebre, que fue modificando los patrones estructurales de la comunidad? Evidentemente la llegada de la televisión significó un punto de quiebre  que estableció un antes y un después en ciertos aspectos. Pero lo que generó, al menos en esta comunidad, todos estos cambios, fue el ingreso, y posteriormente  su asimilación, de lo urbano a través de una pantalla, y que tuvo más impacto en cuanto a dinamismo y cuestionamiento de  las tradiciones, en los sectores jóvenes más que en los  adultos.
Es decir,  la cosmovisión urbana se había convertido en la  noción hegemónica e “ideal” frente a lo tradicional. La apropiación y posteriormente la práctica de los nuevos valores, significaba también ser “superior” y diferente de aquellos que aún  mantenían la tradición. Por tanto, no sólo propicio   el proceso de cholificación, aunque este se da mayormente en las grandes ciudades como Lima, sino que generaciones enteras se marcharan de la comunidad.  De tal manera, también afirma una autora, aunque además se refiere  al papel de la educación, que: “en las zonas rurales, donde la educación, a través de los maestros, como los medios, sobre todo la televisión, propician la salida de los alumnos y alumnas de sus comunidades” (Trinidad 2002:19).

Con todo  lo anterior, no es objetivo nuestro  afirmar, que el factor principal que causó la migración fue la televisión. Existen otros factores más importantes como  lo económico,   lo educativo etc. Pero la manera de cómo fueron descubriéndose estos  aspectos fue a través de este medio, lo que generó- como se ha dicho líneas arriba – en menor medida la movilidad hacia las ciudades de la población  más joven de la comunidad, sobre todo, y espero no equivocarme, a fines del siglo XX.
En este sentido creemos que no es  tan descabellada la descripción del problema. Más bien invita a la reflexión en torno a este tema y  a dilucidar con mayor profundidad el papel que ejerció este medio en la migración del siglo XX, para  así conocer de manera mucho más completa las causas que la generaron.

Sólo el amor nos hará libres: sobre la obra Erich Fromm


Javier Baldeón Osorio

1
Erich Fromm tenía doce años cuando se enamoró perdidamente de una mujer, pintora ella, y mucho mayor. Poco tiempo después, el padre de ésta, viudo y con quién vivía, murió repentinamente, y ella, al poco tiempo, no pudiendo soportar el dolor, se suicidó. Cuenta Fromm en su autobiografía, Las cadenas de la ilusión (Beyond the Chains of Illusion), que a razón de este hecho, un continuo cuestionamiento en forma de “porqué”  lo perseguiría por algún tiempo. Sólo encontraría respuestas mientras estudiaba en la Universidad de Heidelberg, años más tarde, al descubrir la obra de Freud. Así se formó el psicoanalista. También por esos años de su adolescencia, estalló la Primera Guerra mundial, sumergiendo a toda Europa, y en especial a la generación de jóvenes de la que formaba parte él mismo, en un genocidio masivo inexplicable. De esa otra interrogante, cuya inquietud lo llevaría al estudió exhaustivo de la obra de Marx, nacería el teórico social.
Ambas preocupaciones marcaron su vida. Le importó siempre la sociedad, el compromiso político que debía asumir él como intelectual en medio de esa conflagración constante de ideologías y países que recorrió la historia del siglo XX. Pero no por ello perdió de vista al individuo. A diferencia de otros grandes teóricos sociales de su época o predentes, como Lois Althuserr o Georg Luckács, Fromm nunca cayó en el análisis social que explicara el actuar de la gente en función a grandes abstracciones teóricas o variables deterministas. Hablaba de estructuras y objetividad, sí, como buen marxista, pero ese lado cientifista, que en tantos otros desembocó en un positivismo mecanicista u obtuso, Fromm supo muy bien equilibrarlo con una vocación humanista, esperanzada en el hombre, en su singularidad y sus potencialidades, y que varías veces lo haría deslindar con los círculos académicos de la época – con la escuela de Frankfurt de Horkheimer y Marcuse, con los Neofreudianos de Karen Horney y William Reich- al punto de encontrarse, en determinado momento de su vida,  defendiendo una posición intelectual solitaria.
De ese retraimiento hacia la especulación puramente científica quizás lo inmunizó, por un lado, su labor de terapeuta, que nunca abandonó, y por otro, su curiosa religiosidad que lo hacía calificarse a sí mismo de un “místico ateo”. De ascendencia judía, Fromm puso en un fructífero diálogo esa vertiente de la tradición occidental con la sabiduría y actitud contemplativa de las religiones de oriente, en especial con el budismo zen, del que fue gran admirador. Su intención era clara: encontrar una forma de ritualidad social que llenara al hombre de ese componente unificador fundamental para forjar cualquier compromiso con el mundo, pero que éste no fuera en detreimiento del individuo mismo, que no lo limitara ni reprimiera su vitalidad.
De hecho, a ese peligro, decía Fromm en El miedo a la libertad, está predispuesta cada persona desde que, al llegar a cierta etapa de su crecimiento, se percata de su  existencia particular, de ser una entidad separada del resto de las cosas, de su madre, del mundo mismo. La súbita superación  de ese estado, aún embrionario en un nivel psicológico, deja al individuo de pronto a merced de sí mismo, sin ninguna garantía de protección más las que le ofrecen sus propias fuerzas. El reto de la existencia, así, en adelante, será librarse de ese  profundo sentimiento de desarraigo que supone el estar a expensas de un mundo contingente, impredecible, que aún desconoce. Este proceso, el de advertir su congénita soledad, según Fromm, es vivido por igual por todos los hombres, de todas las épocas, en todas las culturas. Lo que varía, sin embargo, es la manera de afrontarlo. Cada sociedad, en sus limitaciones, brinda paliativos, formas de escape para esa angustia primaria. Desde las más tribales, donde mediante ritos, que implican el embriagamiento con alucinógenos y el sexo, se experimenta un extásico estado de comunión social, hasta otras más actuales, como las dictaduras fascistas –y de cuyo acoso, el propio Fromm fue víctima mientras vivía en Alemania- donde los individuos, estimulados por alguna ideología fanatizante, se diluyen en un absoluto omnipotente, encarnado en la figura de un dictador, se evidencia siempre ese afán de los hombres por huir de su separación del resto, por sumergirse en una supra-entidad social en la que se hallen más seguros. Pero así como el trance orgiástico es efímero  y el ideal fascista, al estar sustentado en el odio, siempre será –como de hecho, lo fue- autodestructivo, la gran mayoría de estas “formas de evasión” no logran plenamente su objetivo o lo hacen de manera muy contraproducente. Para Fromm, empero, sí habrían soluciones positivas para ese dilema. Maneras, por así decirlo, de lograr una existencia individual saludable, afrontando maduramente el reto de vivir de acuerdo a la inherente individualidad que cada sujeto contiene, sin llegar a sentir, por otro lado, el insufrible miedo de la soledad. De ser libres, en una palabra, en el más pleno significado que puede adquirir ese término.
Habrían dos por excelencia: En primer lugar, el trabajo productivo. Aquel que se hace siendo totalmente activo durante el proceso de creación, poniendo en éste todo el conocimiento disponible, fruto de la práctica y la pasión sentida por la labor realizada. Contrasta esta formar de quehacer, como ya lo advirtiera Marx, con el trabajo mecanizado y enajenante que se hace en las grandes sociedades industriales, donde el individuo es sólo una pieza intercambiable más, impersonal, dependiente absoluto del Estado benefactor o de la gran corporación. El individuo aquí, a diferencia de lo que pasa con el artesano en su taller, o el artista, no se siente en control de lo que produce, ni mucho  menos, en comunión con la realidad que ha modificado a partir de la hechura de un objeto propio, salido, por así decirlo, de su mismo ser. En suma, la libertad en ese aspecto, por la misma naturaleza de este sistema productivo, habría quedado restringida sólo a un pequeño grupo de beneficiados. Y lo mismo estaría pasando con un segundo aspecto, igualmente afectado por este esquema social, aunque de manera menos directa. Este otro ámbito, donde el hombre también sería capaz de realizarse plenamente en libertad es, según Fromm, el del amor.

2
Después de la Segunda Guerra Mundial, y más aún durante los años 50, la sociedad norteamericana y gran parte de Europa vivió el auge del llamado “estado de bienestar”. Más conscientes de los efectos de las desigualdades económicas, y además enfrascados con la U.R.S.S. y el resto de países comunistas, en una confrontación de modelos alternativos de régimen de gobierno, los países occidentales buscaron minimizar lo más posible cualquier tipo de contradicción social dentro de sus territorios. La conformidad de los ciudadanos se convirtió así en la clave, el objetivo máximo que debían implantar las democracias capitalistas para asegurar su estabilidad.  Los dos pilarles principales con que se logró esto fueron, por un lado, la constitución de un Estado sumamente preocupado por brindar las necesidades básicas de la población: leyes a favor de los sindicatos –que se volvieron tan grandes y burocráticos como las instituciones a las que supuestamente se oponían-, bonos por desempleo, entre otras medidas, por ejemplo. Y por el otro, un poderoso mercado que, en función al otorgamiento de grandes créditos y la consecuente ampliación del poder adquisitivo de los ciudadanos, fomentó a su vez, mediante la publicidad, el  consumo a gran escala.  Se introducía así la población a un nuevo patrón de vida, más homogéneo, donde  podían incluirse aun a sectores tradicionalmente menos favorecidos, como los obreros, con la misma anuencia que al funcionario mesocrático.  Es el tipo de sociedad a que pensadores de la propia época llamaron “sociedad de masas”.
Fromm vivía en ese Estados Unidos cuando publica en 1956, The art of love (El arte de amar). El pequeño texto busca ser, desde sus primeras páginas, una crítica aguda a la  manera superficial en la que se concibe el amor (en realidad, la vida en su totalidad) en una sociedad como la antes descrita. Hay una premisa básica de la que parte el asunto, dice Fromm: “Para la mayoría de la gente, el problema del amor consiste fundamentalmente en ser amado y no en amar, en la propia capacidad de amar”. De ahí que todas las personas se empeñen en buscar un “objeto” amoroso adecuado, alguien que pueda despertar en ellos, en forma de un hechizamiento avasallador, el repentino trance del enamoramiento. A cada individuo, así, no le quedaría más que buscar a la “persona adecuada”, aquella ideal con la que se haga más fácil realizar el ideal de amor romántico. Esto, sin embargo, estaría más condicionado por la lógica social existente de lo que la mayoría de la gente cree: “Una mujer o un hombre atractivos son los premios que se quiere conseguir. “Atractivo” significa habitualmente un buen conjunto de cualidades que son populares y por la cuales hay demanda en el mercado de la personalidad. (…) Quiero hacer un buen negocio: el objeto debe ser deseable desde el punto de vista de su valor social y, al mismo tiempo, debo resultarle deseable, teniendo en cuenta mis valores y potencialidades manifiestas y ocultas. De este modo, dos personas se enamoran cuando sienten que han encontrado el mejor objeto disponible en el mercado, dentro de los límites impuestos por sus propios valores de intercambio. (…) En una cultura en la que prevalece la orientación mercantil y en la que el éxito material constituye el valor predominante, no hay en realidad motivos para sorprenderse de que las relaciones amorosas humanas sigan el mismo esquema de intercambio que gobierna el mercado de bienes y trabajo”  
Es de esperarse, continúa Fromm, que los distintos tipos de amor- hacia la pareja, a la familia, hacia uno mismo- en una sociedad así se encuentren degradados. Las relaciones que se forman bajo este esquema, aun cuando inconscientemente se abriguen muchas expectativas, serán motivadas siempre por el deseo de satisfacer algún deseo superficial, ya sea material o erótico. De ahí que la mayoría esté condenada al fracaso desde el principio. El vínculo, en principio experimentado de manera intensa, termina abruptamente con la consumación del deseo físico o se extiende por motivos diferentes de la real atracción amorosa, como la mantención de un cierto decoro social o del bienestar económico. El resultado de esto es que el hombre moderno se halle generalmente confundido: a la vez que pretende tener todo para cubrir los aspectos básicos de su existencia, siente una apremiante desazón con respecto a su vida. Es incapaz de ser él mismo, pues, de serlo, teme el rechazo de una sociedad que más bien entrona como ideal de vida una serie de valores mercantiles. Y la solución, paradójicamente, que encuentra la mayoría de las personas a esta encrucijada, es precisamente alienarse a esa forma de vida. Seguir las modas, el estándar de normalidad, la opinión pública; cualquier cosa con tal de no diferir excesivamente de la masa, de sentirse más aislado y, por tanto, desprotegido. “Si me convierto en lo que todos quieren, entonces yo también seré querido”, podría ser la consigna pueril que resume la mentalidad del sujeto concebido en la sociedad de consumo. El individuo libre, proclamado por esa forma de vida, está, por tanto, lejos de ser real. Las identidades, al igual que los deseos amorosos, se crean –se publicitan-,  para ser ofrecidos como mercancía.
Pero aun en este contexto, afirma el autor, el amor sigue teniendo un potencial liberador impresionante. No obstante, lograr su constancia, que ese repentino milagro de fusión con otra persona no se extinga tan pronto, supone empezar a verlo de manera distinta: el amor no visto ya como un “objeto”, que se busca, sino como una “facultad”, que se aprende. “El primer paso a dar es tomar conciencia de que el amor es un arte, tal y como es un arte el vivir. Si deseamos aprender a amar debemos proceder de la misma forma en que lo haríamos si quisiéramos aprender cualquier otro arte, música, pintura, carpintería, o el arte de la medicina o la ingeniería.” Y si así son las cosas, todo proceso de aprendizaje supone dividir la tarea en dos partes: una teórica y otra práctica. Esta última, la más difícil e importante, sólo puede ser afrontada directamente por el aprendiz de manera realmente comprometida, voluntaria, asumiendo el reto hasta las últimas consecuencias, con suma constancia, y siempre ejerciendo tres virtudes que le servirán para el aprendizaje, no sólo de éste, sino de cualquier otro arte: la concentración, la disciplina y sobre todo, muchísima paciencia.
Y para la otra parte, la teórica, Fromm elaborará un lúcido discurso preguntándose acerca de la naturaleza del amor. Parte de una diferenciación clave, procedente del filosofo Spinoza: hay actividades que se ejecutan, valga la redundancia, activamente, donde el individuo es amo de lo que hace y ejercita su voluntad en la labor. Y actividades pasivas, donde más bien es arrastrado por la acción y su voluntad se encuentra adormecida. En el primer grupo se encuentran las virtudes, en el segundo, las pasiones. Y el amor es un ejemplo típico de virtud: “El amor no es un afecto pasivo; es un “estar continuado”, no un “súbito arranque”. En el sentido más general,  puede describirse el carácter activo del amor, afirmando que amar es fundamentalmente dar, no recibir.”
 “Dar”, sin embargo, es una de las cosas a las que menos predispuesto está el hombre contemporáneo; nadie da sin recibir algo a cambio, sin experimentar al tiempo un sentido de renuncia. Por ello, vencer ese “narcisismo receptivo”, es uno de los más grandes retos para quien quiera aprender a experimentar el amor maduro, tal y como lo describe Fromm. Para ello, hay que orientar nuestro carácter en un sentido productivo. En uno de los más hermosos pasajes del libro, Fromm explica: “Para el carácter productivo, dar (…) constituye la más alta expresión de potencia. En el acto mismo de dar, experimento mi fuerza, mi riqueza, mi poder. Tal experiencia de vitalidad y potencia exaltadas me llenan de dicha. Me experimento a mí mismo como desbordante, pródigo y, por tanto, dichoso. Dar produce más felicidad que recibir, no porque sea una privación, sino porque en el acto de dar está la expresión de mi vitalidad.” Y este principio se vuelve reciproco cuando se trata de dos amantes. En el amor, la acción de dar cobra un sentido aún más entrañable: “¿Qué le da una persona a otra? De sí misma, de lo más precioso que tiene, de su propia vida. Ello no significa necesariamente que sacrifica su vida por la otra, sino que da lo que está vivo en él –da de su alegría, de su interés, de su compresión, de su conocimiento, de su humor, de su tristeza- (…) Al dar su vida, enriquece a la otra persona, realza el sentimiento de vida de la otra al exaltar el suyo propio. (…) Dar implica hacer de la otra persona un dador, y ambas comparten la alegría de lo que han creado.”
De esta manera, el individuo tendría una manera de afrontar la encrucijada existencial aprendiendo de manera activa el arte de amar. Nisiquiera en una sociedad tan mecanizada, como la antes descrita, estaría pérdida del todo esa alternativa. Mediante su práctica, se podría resolver ese doble afán perseguido por todo sujeto: el de experimentar la fusión con otro ser,  el dejar atrás la sensación de soledad y desarraigo primarias, al tiempo que se conservaría la propia individualidad, que se mantendrían integras todas las cualidades y potencialidades que posee el sujeto, ejercitándolas en esa misma acción emancipadora que implica conocer al otro y realizarse en su afecto. “En el amor se da la paradoja de dos seres que se convierten en uno y, no obstante, siguen siendo dos”, sentencia Fromm.

3
Algo sucedería en las décadas siguientes, sin embargo. La permanente amenaza nuclear, el asiduo cuestionamiento al imperialismo desde los círculos académicos y  la absurda guerra de Vietnam, sobre todo, inculcarían en las nuevas generaciones norteamericanas una actitud más crítica con respecto a su sistema de vida. En 1969, miles de jóvenes hippies, al son del rock and roll y las drogas psicodélicas, se concentrarían en una granja newyorkina, consumando en Wood stock su rebeldía contracultural. Un año antes, en Europa, enarbolando consignas que “prohibían prohibir”, los estudiantes parisinos habían tomado las calles en la ya célebre revuelta de Mayo del 68. El feminismo reivindicaba formas más libres de sentirse mujer. La libertad sexual comenzó a practicarse sin excesivo aspaviento. Mini revoluciones llegaban así al primer mundo, por vías muy diferentes a las que se habían previsto.
Y en los ámbitos intelectuales también se vivieron estos procesos de cambio de manera muy particular. Los estudios hechos por Claude Levi Strauss en las estructuras de parentesco de los indígenas amazónicos, así como la lingüística de Ferdinand de Saussure, influenciarían de manera determinante la producción académica en adelante, propiciando eso que se ha dado a llamar el “giro cultural o lingüístico”. Nuevas formas de afrontar el análisis del mundo social se inaugurarían. La atención a las estructuras de producción, a los grandes ciclos económicos, tan importantes para el marxismo, decaería para concentrar la mirada ahora en la  cultura. Esta dejaría de ser percibida sólo como una “superestructura ideológica”, consecuencia falaz de las condiciones materiales, supuestamente determinantes. El desentrañamiento del mundo simbólico, de los significantes por los que se rige cada colectivo humano, serían ahora los intereses preponderantes, fines de estudio en sí mismos. En su máxima expresión, esta perspectiva llevaría a ver a los individuos cada vez más dependientes de su historicidad, existentes sólo en la medida que se desplazan en un tejido social determinado. El sujeto se diluye así en la red de sus relaciones con otros sujetos. El pos estructuralismo de Michael Foucault es un claro ejemplo de esta mirada.
Quizás por esta óptica, que finalmente se impuso, muchas de las ideas de Fromm parezcan hoy anticuadas, demasiado esquemáticas para entender una argamasa social descrita cada vez de forma más compleja. Y aunque de hecho, muchos de los dilemas señalados por él con especial perspicacia se han intensificado –aun hay por ahí autómatas conducidos por el consumismo, las relaciones entre las personas cada vez son más endebles, el criterio individual sigue siendo un valor excepcional, etc-, algo en sus propuestas, adquieren ahora una sensación poco realista, casi quijotesca. Su misma aspiración de un individuo totalmente emancipado de la influencias negativas de su entorno, capaz de regirse únicamente por coerciones autoimpuestas, basadas en su reflexión y sus valores libremente elegidos, nos parecen ahora una entelequia de sujeto, un ideal demasiado feliz para ser real. El mismo psicoanálisis, en el que Fromm tanto apoyara sus tesis, sufrió grandes transformaciones. Este encontraría su confluencia con las corrientes intelectuales antes expuestas, en la influyente obra de Jacques Lacan. “El inconsciente está estructurado como un lenguaje”, decía el psicoanalista francés. Y este inconsciente, tal y cómo creía Freud, es el que finalmente determina el actuar de los sujetos. De hecho el “yo”, la conciencia, según Lacan, está formado en función a una confrontación con un otro. La identidad se desliga de una “otredad conformativa”, que, además, siempre es socialmente configurada. Insistir, por tanto, en el fortalecimiento del “yo” como cura milagrosa, como una forma de liberar al hombre de sus ataduras irracionales, cosa que hacían los psicoanalistas de las generaciones anteriores, el mismo Fromm, entre ellos, sería equivocado. La terapia psicoanalítica deberá entonces orientarse solamente a fomentar en el paciente una relación menos tensa con sus deseos, a ejercitar su capacidad de goce, pero nunca a intentar eliminar, tarea de por sí imposible, la influencia definitiva del inconsciente en su conducta.

4
Algo hay de irónico en encontrar, hoy en día, en un país que Fromm quizás no conoció, El arte de amar, en cualquier quiosco de libros callejero. El texto de aquel que se codeara, influyera y polemizara con las mentes más brillantes de mediados del siglo pasado, ahora se vende en módicas ediciones populares, junto a la última novela de Jaime Bayly o algún best seller de cómo volverse millonario en poco tiempo. Es difícil no pensar que esa rara demanda por el librito no se deba una predecible confusión que hace confundir el nombre del texto con algún recetario psicologesco de autoayuda. Pero tal vez Fromm no esté ahora revolviéndose en su tumba por ello. El sabía muy bien que la ambigüedad de su título conduciría fácilmente  a ese equivoco. Por eso lo escribió en una prosa fluida, jamás peleada con el entendimiento simple, y siempre buscando hacer comprensibles hasta las ideas más complejas, pero sin descuidar en ello la sesudez de su discurso.
Es mejor pensar que el sabio Fromm, después de todo, se salió con la suya. Porque aun cuando ahora para las mentes instruidas y academizadas sus tesis sean poco influyentes, de seguro seguirá siéndolo para aquellos que sólo buscan en éstas el provecho de una estimulante lectura. Y es que el optimismo de Fromm, tan ingenuo desde cierto ángulo, sigue siendo igual de contagioso cuando se lee sin exigencias científicas, con el mismo encantamiento de quien disfruta una buena novela o una ficción lograda. Aquella inquietud por la libertad, por el amor y otros grandes valores humanos, que logra inyectar el texto a punta de palabras, incluso a lectores tan escépticos como los que proliferan hoy en día, sigue siendo invaluable. La obra de Fromm, y en particular El arte de amar, merece estar por ello, junto a las películas de Chaplin y las novelas de Herman Hesse, entre lo más bellamente inspirador que se haya realizado en ese trastornado siglo XX.

Construyendo lazos de identidad: Un pedacito de Carhuamayo en Lima.

Erick Huamán Córdova

Lima es una ciudad de más de 8,5 millones de habitantes1. Concentra gran cantidad de servicios como salud, educación y brinda mayores oportunidades laborales que el resto del país.  La ciudad de los Reyes se fue construyendo por migraciones masivas de miles provincianos, que cambiaron su rostro. En los terrenos que invadían, olvidados por décadas, se organizaron  e impulsaron de diversas maneras la habilitación de servicios básicos para sus viviendas.

Ate Vitarte es un distrito populoso. Su historia está relacionada a las fabricas y miles de familias obreras que habitan alrededor de éstas. Un ejemplo de ello son los panaderos del sindicato “La Estrella del Perú”, a inicios del siglo XX, quienes lograron establecer la jornada de 8 horas. Este distrito también se nutrió de las olas de migración del centro del país. Así, se puede mencionar que existen zonas donde se concentran personas de un mismo lugar de origen, como por ejemplo en Pariachi, Santa Clara, Los Ángeles de Ate- Estos son lugares donde encontraremos a muchos carhuamainos o pobladores del centro del país.   

El distrito de Carhuamayo es un pueblo de indios según los documentos coloniales y uno de arrieros, según los documentos del siglo XIX; salvo en lo que respecta a los migrantes, quienes realizaban otras actividades2. Durante el siglo XX, a medida que aparecen los primeros vehículos, la población opta por reemplazar sus animales por éstos. Así la mayoría de carhuamainos tienen como actividad laboral la ser choferes. Alguno de ellos, con más suerte, se volviron empresarios transportista3. Durante finales del siglo XX, Carhuamayo ha experimento una gran migración de sus habitantes hacia la ciudad de Lima, Huancayo y Cerro de Pasco, en el orden mencionado.

Las migraciones involucraron cambios de hábitos y prácticas. Las invasiones colectivas ayudaron a no perder ciertos vínculos con el pueblo de origen. La concentración relativa de un pueblo en un lugar determinado ayudó a no perder sus tradiciones de origen. Rápidamente se crearon organizaciones de promoción cultural ayudando a reproducir dichas tradiciones en la gran Lima. Los migrantes del centro, ya sea del Valle del Mantaro, Cerro de Pasco, Junín, Carhuamayo o demás, organizaban inmensos eventos a inmediaciones de la carretera central. La fiesta de Carhuamayo también tuvo varias presentaciones no consecutivas4.  
  
Las tradiciones implican “…un conjunto de prácticas, normalmente gobernados por reglas aceptadas abierta o tácitamente y de naturaleza simbólica o ritual, que buscan inculcar determinados valores o normas de comportamiento por medio de una repetición, lo cual implica automáticamente continuidad con el pasado.”5 La Fiesta patronal en Honor a Santa Rosa de lima y el secuestro, rescate y muerte del Inka Atahualpa, desde su origen tiene una función religiosa: rendir culto al santo, solicitando su intersección y agradecimiento por sus favores. También funciona como generador de una base de identidad. Si un pueblo padece de la dispersión de sus habitantes, por ejemplo,  Carhuamayo, cuya población, en su mayoría, radica en otros lugares, la fiesta sirve para integrar a sus habitantes, unirlos y generar una base de identidad.  Durante los días de fiesta, los Apus y sus familiares vienen de la ciudad de Lima y del valle del Mantaro. Por último, la fiesta rompe las jerarquías sociales y al mismo tiempo las mantiene. El que hace la fiesta tiene que hacer gala de su opulencia, de su buena suerte en los negociones. Pero no todos los Apus pasan por una favorable situación económica. Otros Apus se adeudan o piden ayuda a la familia, para cumplir con la fiesta y poder “quedar bien” con el pueblo.     



La celebración en Lima, se realizo en Pariachi para ser exactos en un local cerca al grifo “el chinito”, paradero Gloria. La fiesta duro dos días; el sábado 18 y el domingo 19. En ella se concentraron todas las actividades que en Carhuamayo se realizan durante un mes. Esta es la segunda vez que se realiza la fiesta en Lima, años anteriores solo habían misas y procesiones a Santa Rosa organizados por carhuamainos. La organización del evento de este año recayó en una pequeña comisión dirigida principalmente por Angélica Arenas Arce. Los dos únicos Apus que cambiaron la fiesta6, fueron Joel Solano Arenas el primer apu, (hijo de Angélica Arenas) y otro Apu que no aparece en el programa.

Una comisión de importancia es la del Director del Conjunto Incaico. Este tiene la función de organizar la escenificación de la Captura, rescate y muerte de Atahuaklpa. El director es quien enseña los diálogos, busca actores para la interpretación y pone en escena esta representación. Siguiendo la tradición familiar Alexander Paucar Huaynate, asumió la conducción, apoyado por su padre, Javier Paucar Orosco y su madre, Betty Huaynte de Paucar, hija del fallecido interprete carhuamaino Gregorio Huaynate, compositor de muchos huaynos que se cantan durante la escenificación de la Muerte de Atahualpa.
También existieron otras comisiones que se encargaron de organizar las diferentes danzas tradicionales durante la fiesta: el Baile Viejo y el Huaylas fueron organizados por Elio Camavilca Arias, Mirian Huamán Arroyo y Elsa Arenas Arias.

Las actividades que se realizaron en Lima fueron el tradicional Chaskiykuy (preparativos para la iniciar la fiesta); presentación del Auquis Danza (Danza de Pastores),  Concurso de Huaylas, tradicional Pinquichi (Ceremonia religiosa de adoración al Sol), Concurso de Orquestas, tradicional Trucanacuy (la entrega de la  fiesta al próximo Apu) y el Histórico Tamboy, (escenificación de la muerte de Atahualpa). 

Durante la escenificación, de la muerte de Atahualpa, existen varios actores. Empezaremos por el más gracioso:
- El chuto: personaje con traje rustico y desalineado. Posee una máscara, la cual lo sumerge en la clandestinidad. Este personaje muestra un comportamiento desinhibido y brusco. En el escenario, él no asume un rol definido, improvisa su accionar, juega con el público, pero a la vez pone orden. No permite el ingreso de personas extrañas al escenario. Si alguien osara entrar, los chutos tienen el derecho de hacer con el intruso lo que quieran. Durante el  desarrollo de la escenificación, bailan conjuntamente con los pallas, y cuando los españoles intentan secuestrar a Atahualpa, son los mas aguerridos defensores y los últimos en rendirse frente a ellos. Solo paran de pelear cuando el director del Conjunto Incaico les implora detener sus cometidos de robarse la bandera española., entendido éste como un acto de provocación hacia los españoles, para que los mismos persigan a los chutos originando un atmosférico aire de carcajadas.


·    - Atahualpa: para interpretar este personaje, ya hay por tradición, ciertos nombres con reconocimiento en Carhuamayo. En este caso el Señor Inche viene haciendo el papel más de 12 años en distintas fechas. Este actor dirige la ceremonia en el Pinquichi, sigue a Santa Rosa en la procesión, y asume un rol protagónico en la escenificación de la Captura, rescate y muerte de Atahualpa. Su reconstrucción como personaje se impregna en el imaginario del público como el de un gran soberano, donde sus pallas cuidan de él, y asume una postura calmada e inteligente. Cuando éste muere, el escenario se queda vacio. Ya no está el gran Inka. La nostalgia de que el pasado fue mejor inunda a los expectantes. Los españoles y el cura Valverde se casan con las pallas, escogen a dos esposas y no queda otra alternativa más que llorar.   
 
·    - Los Pallas y las pallas: Estos actores son los bailantes. Un promedio de 30 se presentaron en Lima y en Carhuamayo. Son 12 Apus y cada quien tiene un promedio de 20 pallas. El escenario que se construye es una puesta numerosa e impresionante. Aquí en Lima, aunque pequeña, fue impecable su actuación, cantaron bien los huaynos y mulizas. Y fueron solemnes en sus pasos de baile.

·   - Los españoles: aquí participan varios personajes: Pizarro, su hermano y especialmente el padre Valverde. Sobre su actuación, se representan como una pequeña banda, dejando pensar al publico que solo eran un puñado de españoles los que vencieron a los Inkas. Inician su actuación secuestrando a un Indio al cual le enseñan hablar castellano y les sirve de traductor frente a  Atahualpa. Pizarro y Valverde son los personajes principales, con voces gruesas participan de la actuación, se desenvuelven como rufianes y al final se casan con las pallas que ellos a la fuerza deciden tomar.  

·    - El Apu: El no es solo un actor en la fiesta. Es el organizador, es quien “pasa la fiesta”. Su rol es el de coordinar, contratar la orquesta, dar un buen trato a sus bailarines y alimentar a la población. Él es quien costea la celebración. Por lo tanto su papel es esencial. Su personaje está cargado de un aire de prestigio: “no cualquiera hace la fiesta”.   

La fiesta reunió a un gran número de carhuaminos, que debido a la distancia y a lo agitado de la vida en la capital no pudieron asistir a la fiesta de Carhuamayo o no pudieron estar durante toda la celebración más allá del día 30 de agosto, día central y feriado. Pero al margen de esto, se reunieron para recordar los lazos de su identidad; un pueblo de emprendedores, choferes, profesionales, etc. con una gran fiesta a Santa Rosa de Lima y la Escenificación de la Captura, rescate y muerte de Atahualpa.


1 Censos nacionales 2007: XI de población y VI de vivienda. INEI
2 Arzapalo Carhuas, Manuel L. Una aproximación a la fiesta del 30 de agosto. Primera edición 2004. Pág. 30
3 Durante los años 80, la selva de Tingo María fue un fuerte impulso económico debido al narcotráfico y a la tala ilegal de madera. Carhuamayo se benefició mucho de este impulso económico.
4 Entrevista a Lucy Córdova Martínez integrante de una organización de Chonguinos de Carhuamayo.
5 Eric Hobsbawm. Invención de la Tradición.
6 La expresión “cambiar la fiesta”, está referida a la persona que se compromete a cambiar la fiesta el siguiente año.