domingo, 6 de febrero de 2011

Los conciertos de Rock y la experiencia escénica


"Los periodistas dicen que nosotros actuamos en el escenario, nosotros sentimos la música;
ellos actúan cuando hablan bien de la guerra para que más gente se aliste en el ejército..."
Jimi Hendrix

La palabra ‘concierto’ proviene del verbo concertar y significa, según la Real Academia Española, buen orden y disposición de las cosas. Así mismo, también define el ajuste o convenio entre dos personas, o entidades, sobre algo. En música, concierto hace referencia a la reunión de personas en torno a un escenario donde son expuestas las piezas musicales de un solista, una orquesta o una banda. Visto de otra manera, un concierto es una institución momentánea (a diferencia del museo cuya existencia es permanente) en donde se exhiben las obras del artista a través de sí mismo. Y es en esta institución en particular donde la relación ‘artista-público’ se volverá más intima y dejará de lado el carácter mediador de la obra en solitario.  El regocijo estético ya no radica únicamente en la obra, sino, en la performance del autor. 

Todo concierto llama a la masificación y, por ende, al diálogo tácito entre los individuos asistentes y los que brindan el evento. Un concierto, sea cual sea el estilo musical a exponerse, siempre requerirá de algunos elementos básicos: un escenario y su temática, tecnología de soporte, plataformas de sonidos, instrumentos, parlantes, un sonidista, una banda y, obviamente, un público. La asistencia del público dependerá mucho del gusto por el género musical que se interprete, la afición que se tenga por el artista, el lugar a realizarse, los costos del evento, entre otros. 

Existen diversos tipos de conciertos y en cada uno de ellos se puede observar una dinámica distinta. Esta dinámica estará vinculada a la cultura que gira en torno del grupo receptor y se caracterizará por algunos patrones como la vestimenta y los accesorios. Estos últimos crearán un ‘estilo’ que será asociado con la música que escuchan -los reggetoneros o los punk, por ejemplo- creando una forma identificadora.

Hoy quisiera escribir sobre los conciertos de Rock debido a que, a mi parecer, expone con una mayor claridad  toda la parafernalia conciertistica. Esto no quiere decir que los conciertos de este género son mejores frente a otros. Como decía anteriormente, cada uno goza de una dinámica distinta.

Debido a la misma naturaleza enérgica del Rock, los conciertos suelen gozar de equipos potentes que amplifican los sonidos. No es extraño encontrar en los escenarios de bandas como Megadeth, Deep Purple, Led Zeppelín o Iron Maiden, el montaje de enormes torres de parlantes y amplificadores (de marcas mundialmente reconocidas como Marshall, Fender, Laney, AMPEG, Peavy, entre otros) sobre y alrededor del escenario. La potenciación de la experiencia musical es uno de los ejes centrales dentro de este género y dista mucho de la experiencia de escuchar una grabación. Desde el sonido hasta la proximidad con el artista, una reproducción en vivo es alimentada por la relación entre público-banda y el espacio congruente que se produce. La movilización de los asistentes, los altos decibeles y el desarrollo del artista (o banda) en el escenario, su actuación, entre otros factores más, serán una mezcla explosiva… lo que en letra de AC-DC podríamos denominar un T.N.T.
 
Esta experiencia pasa por un momento de individualización que se va concretizando a medida que la masa se transforma en un espacio identificatorio. Así mismo, se crean ciertos convencionalismos que ayudan a una convivencia en un espacio constantemente invadido y turbulento. Por ejemplo, ¿no es acaso molesto cuando vamos caminando por una avenida o un centro comercial y alguien nos golpea intempestivamente al paso? En un espacio tan agitado como un concierto de Rock esto sería minimizado (más no olvidado) debido a las condiciones de euforia que se reproducen en una buena parte de los asistentes. 

Si conjugamos al individuo en un espacio de placer y autonomía (temporal), de olvido de sí mismo más no de su entorno, de naturalidad y, en algunos casos, contracultural, sumados a los impulsos generados por la potencia musical, los resultados pueden ser liberadores y catárticos. En otras palabras, una pequeña revolución del individuo para con el individuo. 

Un fenómeno de liberación muy peculiar es el denominado ‘Pogo’. El pogo será una experiencia límite en el individuo, un espacio de violencia armónica donde las reglas de conducta se ven reducidas a principios básicos de cooperativismo (como obviar el exceso de violencia o levantar a un caído para evitar lesiones). Maximizado por la potencia de los instrumentos y el sonido en vivo, el ‘pogo’ es un ritual de lo más arraigado dentro de la escena rockera mundial. 

Obviamente, no todos los conciertos de Rock requieren un asedio de lo que consideramos nuestro espacio. Un unplugged, por ejemplo, no cumplirá con las mismas características que un concierto habitual. No obstante, aparecerán otros convencionalismos tales como ‘no gritar durante el recital’, ‘no lanzar objetos al escenario’ y algunos otros derivados. En todo caso la responsabilidad que existe entre artista/grupo-público es un ítem inviolable para evitar descontentos o, en el peor de los casos, tragedias que eviten futuros eventos.

Conciertos como los que Pink Floyd realizó entre 1980 y 1981 son un buen ejemplo de lo que significa la experiencia escénica. Pink Floyd se encontraba promocionando The Wall (que es sin duda una de las canciones más importantes del Rock mundial). Su puesta en escena consistía en un gran muro que separaba a los músicos del público pero, a medida que avanzaba la canción, el muro era derribado. Ello suponía, metafóricamente, el restablecimiento de la ‘comunicación’ entre el grupo (el sujeto artístico) y los asistentes (el perceptor). 

Si bien existen otras artes que gozan de un espacio en el cual el artista y el espectador interactúan -como el teatro- la revolución que genera un concierto dista mucho de cualquier otra  experiencia escénica. Esto, a mi parecer, es porque el primer contacto que se busca dentro de un concierto es de un ámbito abstracto. La música no se puede tocar, probar, oler o ver… es el encadenamiento mental de los sonidos [el abstracto] lo que la caracteriza. El concierto potencia los demás sentidos por medio de, como lo dije en un inicio, la performance del artista, permitiendo una experiencia más amplia tanto individual como grupalmente.

Pablo Reyes Bravo

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